Burbruja

Entonces el niño, que sabía que la Bruja del Manantial se encontraba sumergida en el fondo de aquellas aguas preparándole una emboscada, posó la punta de su zapato sobre la húmeda superficie para forzar que emergiera. Las ondas que generó el movimiento avisaron a la malvada mujer de que él había llegado. Dispuesta a hacerse con el niño para siempre, de convertirle en uno más de sus esbirros, salió a la superficie a gran velocidad. Pero aquel muchacho no era como los demás. La bruja comprendió que le había subestimado cuando, demasiado tarde, se vio envuelta en un torbellino de burbujas del que no podía salir.
Con una sonrisa triunfal, mientras observaba cómo la temida mujer pataleaba intentando salir sin éxito alguno, el valiente niño roció las aguas de aquel paraje con los polvos mágicos que completaban el hechizo del Hada de las Llanuras. De repente, toda la superficie líquida pareció hervir. Cientos de burbujas salieron del agua y rodearon a su salvador queriendo jugar con él. Al estallar, las almas de los niños engañados por la Bruja del Manantial fueron libres al fin y surcaron los cielos de vuelta a casa.


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